miércoles, 22 de julio de 2015

Perdí las apuestas en la casa de juegos de tu cama
y ahora soy un vagabundo
atado a unas sábanas que respiran miedo
coleccionando balas
en la ruleta rusa de las dudas.
Dejaré de hablar sin vértigo
cuando pueda contarte las pecas
pecando posibilidades entre tus escalones.
A veces, trato de aferrarme a mi propia guerra
con el miedo de volver a respirar,
entre pisadas,
la tierra que mezclaba mitades
al querer mirarte cerrando las ventanas,
los ojos,
y las ganas.

El hielo sigue deshaciéndose
en el hueco milimétricamente perfecto
por el que me hundo;
hecho a tu medida:
metro setenta de excusas
para nadar lineas de rima con tu coño en medio,
entre miedo,
sin ningún febrero midiendo tus medias medidas
en la mitad de la vida y media
que quise medirte,
sin regla
ni tiempo.

Un camino de rosas
girando entorno a tu risa,
tus rectas:
mi órbita;
a modo de nostalgia acumulada:
protagonista en la novela
con la ausencia de un abismo sin suicidio,
banda sonora de todas las películas
que nos montamos.

Así,
paseé por mis derrotas,
o tus inviernos,
no suelo distinguirlos;
y poco a poco,
como si pudiera deletrearte pesadillas
de un otoño sin escrúpulo,
aparecí en cada instante
en que obligaste a vestirse de gala la esperanza
y por arte de magia,
tú seguías ahí,
bebiendo la suerte sin azúcar y con hielo,
sí,
el mismo que se deshacía
entre el hueco de tus medidas
por el que nos hundíamos.