Vi
plurales en los ojos de lluvia que ponías
mirando
de espaldas a ningún lugar,
en
la barandilla de unos sueños sin cumplir.
Media
vida singularizando vagones
de
un tren partido en dos
y
sin billetes de vuelta.
Con
salida nula
y
dieciséis sonrisas de ventaja,
piensas
en la existencia de un abismo
capaz
de acabar con la carrera,
capaz
de romper el plano que hicieron por nosotros
que
no se ajustaba a tus medidas:
este mundo no merece tus caderas.
La sed de un desierto sin horario
se
cuela por la parte de atrás de las posibilidades.
No
sé bailar.
Nunca
supe.
Y
nadie sabrá imitar
ese
vuelo de equilibrios entrecortados
-entreacordados-
frente
al sueño de una realidad apenas existente,
casi
imaginada: una puta barbaridad.
Hablo
del ojalá tatuado en tu espalda,
el
deslizo primaveral de tu clavícula
que
transforma esta sombra opaca en la que malvivo
en
toda una fantasía a mi antojo:
prefiero
tu magia a la clarividencia del truco.
El
despiste de un sueño sin pellizco,
un
laberinto sin prisas,
tus
mediasonrisas despertando amaneceres;
serás
palacio de gemidos sin tacones
vestida
de recuerdos con invierno por delante.
En
mitad del choque de un sueño
alguien
vomitó borracheras
y
llenó de desbordes los precipicios.
Aparecerás
tejiendo miradas
y
descorchando casualidades a mis parpadeos,
como verte descalza de adioses en cada movimiento
y
no ser capaz de brindarte una sonrisa.
Llegaste como un accidente provocado
en forma de papel grisáceo
por cada esquina de una tarde a medio abrir:
así ciega Dios a quien quiere ver perder.
así ciega Dios a quien quiere ver perder.
No
sé cómo acabar con ésto
así
que ven,
puedes caminar desnuda entre mis versos,
todo
es ponerse,
o
ponernos,
ya
me entiendes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario